¿Cómo ser compasivos cuando el amor no dura para siempre?
La gestión emocional de las expectativas en una relación amorosa suele comenzar sin problema y acabar siendo una de las mayores frustraciones que, con frecuencia, llevan a una ruptura inevitable.
Con una perspectiva plenamente contemporánea y actual, con la que cualquiera pueda identificarse sin sentirse juzgado, el practicante de meditación y profesor en el linaje budista de Shambhala Lodro Rinzler explica en su libro El Buda entra en un bar cómo salir de la encruzijada del amor y entrar en un espacio personal y compasivo que no sea excluyente con lo que realmente queremos de nuestra pareja (en caso de tenerla y, si no, poder ser felices sin ella).
Una de las mejores maneras de ver la compasión en acción es a través del ejemplo de introducirla en nuestras relaciones sentimentales y sexuales. Podemos utilizar las lecciones que aprendemos en esas relaciones y aplicarlas a todas nuestras interacciones. Ya nos han herido antes. Probablemente ya sabes dónde está tu punto flaco, tu bodhichitta, cuando le abriste el corazón a alguien y fue una decepción. Cuando sales herido, lo normal es intentar cerrar tu corazón abierto. En otras palabras, te cierras a los demás. Te cierras a la posibilidad de sentirte vulnerable en un intento de no volver a sentirte herido.
Al cabo de cierto tiempo todos sanamos, y la mayoría de las veces volvemos a intentar abrir nuestro corazón. Existe cierto nivel de alegría que procede de conectar con otras personas de esta manera que no estamos dispuestos a olvidar.
Querer estar enamorado es una experiencia humana natural. Todos queremos amar. Amamos amar. Sin embargo, sus momento álgidos son vertiginosos, sus mínimos resultan lo bastante traumáticos como para querer que desaparezcan de nuestro recuerdo. Casi parece incomprensible intentar lograr satisfacción y ecuanimidad en nuestra vida a la vez que también cultivamos esa montaña rusa emocional.
Creer que necesitamos clasificar nuestra vida sentimental en una categoría de nuestro ser y nuestro desarrollo espiritual en otra, sería un error. Es aplicando principios budistas básicos como podemos utilizar nuestras relaciones con los demás como parte de nuestro camino. Con interés y consideración hacia tu pareja, enamorarse no tiene por qué ser una montaña rusa; hemos de aprender a manejar nuestras expectativas.
Enamorarte, seguir enamorado y más allá
Cuando ofreces tu amor a una pareja, al principio todo resulta exploratorio. Sientes curiosidad por ella. Quieres saber más cosas de su pasado, su familia y sus curiosas costumbres. Pruebas nuevos platos porque ella te lo sugiere, vas a lugares desconocidos y todo parece muy emocionante. Empiezas a aprender todo tipo de cosas sobre tu pareja. El helado favorito de Elizabeth es el de chocolate y su programa preferido, Gossip Girl. Viste de esta manera y le gusta ese tipo de gente y nunca bebe ese refresco.
En un momento dado, esos aspectos de tu pareja te resultan simpáticos, pero ya no son necesariamente nuevos ni estimulantes; cuando ya sabes tanto de la pareja, no aplicas el mismo nivel de curiosidad de antaño a la relación. Más tarde, dejas de sentir curiosidad alguna por tu pareja.
El otro día vi un programa de televisión en el que salía una pareja de ancianos casados peleándose. En un intento de mejorar la situación, el marido le trajo a la esposa un cóctel Cosmopolitan, diciendo que sabía lo que le encantaba. «¡Ah, vaya! –dijo ella sarcástica– ¡Así que te acuerdas! ¡Hace 20 años que no lo pruebo!». Claro está, todo ello condujo a una nueva discusión, basada en la verdad simplista de que a veces dejamos de preguntarnos con quién estamos pasando nuestra vida y, como resultado, dejamos de darnos cuenta de que las cosas cambian.
A menudo no apreciamos lo suficiente a nuestra pareja, cuando en realidad deberíamos considerarla como el principal objeto de nuestra compasión. La palabra tibetana para compasión es ñingje, que puede traducirse como “noble corazón”. Es un término muy útil cuando pensamos en aportar compasión a nuestras relaciones más íntimas: necesitamos ofrecer nuestro noble corazón de manera total a aquellos que nos son más cercanos.
La curiosidad es una forma de compasión. Creo que los miembros de muchas parejas de larga duración continúan entusiasmados el uno con el otro, pero no investigan preguntándose cómo ha cambiado la persona con la que están compartiendo su vida. Como meditadores en el camino, sabemos que todas las cosas son impermanentes. Contamos con un entendimiento de que a nuestro alrededor todo cambia y es transitorio. No es difícil darnos cuenta de que nuestro cuerpo y repositorio cultural no hacen más que desarrollarse y cambiar. No obstante, pensar que nuestra pareja cambia con tanta fluidez como nosotros puede resultar chocante. No obstante, es la verdad, pues aunque creamos que esa misma persona tan fiable con la que cenamos todas las noches es algo sólido, de hecho es un conglomerado de experiencias y conocimiento que está en constante cambio, de forma parecida a las estaciones.
lodro Rinzler
Solidificar a una persona es una tontería, y no obstante, todos somos culpables de haber caído en esa trampa alguna vez.
En cierto momento de la relación se fraguan determinadas expectativas. Uno no redacta un contrato ni reparte conscientemente quién hace el qué, pero al mismo tiempo empiezas a creer que tu pareja te debe algunas cosas. Esas ciertas cosas se extienden más allá de quererte y ser abierto y honesto contigo. Empieza a utilizarse una palabra peligrosa: “siempre”.
«Tú siempre llegas a casa primero. ¿Por qué no llamaste si sabías que esta noche llegarías tarde?»
«Tú siempre dejas que sea yo la que dobla la ropa. ¿Por qué no lo puedes hacer tú también?»
«Tú siempre dices eso cuando quiero probar algo nuevo».
Cuando las expectativas en una pareja se tornan demasiado rígidas, adquieren el mismo poder destructivo que las emociones estancadas. Al igual que estas, las expectativas rígidas nos hunden, provocando duda y ansiedad con las que llenar nuestros seres. Empezamos a cerrar nuestro corazón y a valernos por nosotros mismos, en lugar de estar abiertos a escuchar a nuestra pareja. Nos alejamos de la cualidad de franqueza y sinceridad incondicionales que nos hacen desear la ayuda de las personas amadas, incluso aunque ello nos perjudique. Nos alejamos de nuestra bodhichitta, encerrando a cal y canto nuestra capacidad de actuar de forma compasiva. Cuando te observas a ti mismo empezando a alejarte de la actividad compasiva, sabes que tu relación tiene problemas.
En el momento en que te descubres dejando de comunicarte abiertamente en una relación, deberías plantearte cómo te gustaría continuar. Una manera sería extender nuevas capas de protección alrededor de tu vulnerable corazón. Impides la posibilidad de que la otra persona te hiera, pero también eres menos capaz de comunicar de manera genuina tu propio amor. Esencialmente, te estás preparando para una ruptura inevitable.
La alternativa es relajar vuestras expectativas y reconectar con esa curiosidad que fuisteis capaces de ofrecer al principio de la relación. Te comprometes a explorar dónde te quedaste estancado, dónde levantaste el escudo protector y cómo puedes abrirte más a tu pareja. Esa es la manera de profundizar en una relación, comprometiéndose de nuevo a aplicar una curiosidad delicada para aprender sobre tu amante.
La misma curiosidad franca podría aplicarse a la hora de considerar una manera compasiva de volver a ligar. He oído a muchos solteros decir que están reservándose para “la persona adecuada”. Si pudieran ir al bar adecuado, a la fiesta de solteros adecuada o encontrar el servicio de citas adecuado, entonces “la persona adecuada” les estaría esperando allí mismo.
Tal y como dijo en una ocasión, hablando de romances, el maestro budista Dzongsar Khyentse Rimpoché: «El problema no es que surjan las situaciones adecuadas. No, no es eso. Sino que siempre albergamos ciertas expectativas, ciertas esperanzas y temores. Y todo ello nos conduce a desilusiones».
Cuando solidificamos lo que esperamos encontrar en una pareja amorosa, nos estamos situando en rumbo de colisión. Podemos redactar una lista de lo que buscamos en términos de apariencia física, inteligencia, sentido del humor, preferencias religiosas, etc. Creemos que si hallamos todas esas cualidades en alguien entonces será la persona perfecta para nosotros.
Si suscribimos esa lista, nos dirigimos a un precipicio. En lugar de ello, podrías estar dispuesto a mantener una mente abierta. Puedes explorar a todo el mundo que conoces sin un programa o una lista oculta. Puedes acabar conociendo a alguien que no tenga nada que ver con lo que imaginas que necesitas para ser feliz en tu vida, pero que en realidad es la persona perfecta para ti. Manteniendo una mente y un corazón abiertos puedes hallar la verdadera felicidad donde menos te lo esperas.
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