La jerarquía de los estados meditativos según Patañjali

Raquel Ferrández Formoso, investigadora doctoral en el programa de Filosofía en la UNED, expone en su obra Sāṃkhya y Yoga una lectura contemporánea de ambas filosofías clásicas, ambas de vital importancia para los practicantes de Yoga, pues representan un estudio pormenorizado de la mente humana, y de los procesos cognitivos que atraviesa el practicante en su camino de autoconocimiento.

En este breve fragmento de su libro, la autora expone la jerarquía de los estados meditativos que atraviesa un practicante según la clasificación de Patañjali, haciendo especial hincapié en la difícil (por no decir imposible) traducción de algunos términos esenciales y citando a expertos en la materia que nos ayudan a dilucidar y mejorar su comprensión.

En los Yogasūtra podemos encontrar siete clases de absorción meditativa. En nuestra opinión, el término sánscrito samādhi debería permanecer sin traducir. Aunque literalmente haga referencia al acto de juntar, combinar, completar o realizar (en el sentido de culminar), evoca un estado que hemos resuelto en denominar «absorción».

Sin embargo, esto solo es una forma provisional de paliar una situación intraducible. Del mismo modo, los niveles internos de samādhi, denominados en los Yogasūtra con un término de cuño buddhista, samāpatti, harían referencia también a una absorción, o «caída» en cierto estado. Edwin F. Bryant menciona una apreciación de Vijñānabhikṣu que alude al carácter «artificial» incluso del propio lenguaje sánscrito, cuando este es analizado apelando solamente al carácter etimológico de sus términos, o acudiendo a su significado en el diccionario, sin tener en cuenta cómo los emplean cada autor o cada filosofía, es decir, sin atender al contexto en el que aparecen.[1] Nuestra intención es dejar estos dos términos sánscritos (samādhi y samāpatti) sin traducir o, por lo menos, tratar de traducirlos lo menos posible a nuestra lengua. Sin embargo, es preciso aclarar, de entrada, que samādhi representa el último paso de los ocho propuestos en el Aṣṭāṅga Yoga de Patañjali y, por tanto, es el estado en el que culmina la práctica yóguica.

Este samādhi posee ciertas fases internas, diferentes, hasta llegar al estado meditativo definitivo (dharma-megha samādhi; YS, 4.29) que se produce como resultado de la eliminación total de los kleśa y de los saṃskāra, siendo así la puerta al aislamiento liberador.

Los siete niveles meditativos se encuentran desarrollados en la primera parte de los Yogasūtra, denominada, precisamente, «Samādhi Pādaḥ». Existen dos clases principales de samādhi: 1) samprajñāta samādhi, y 2) asamprajñāta samādhi(YS, 1.17‐18). Òscar Pujol traduce estos estados como «contemplación cognitiva» y «contemplación no cognitiva».[2]

Las cuatro clases de samprajñāta samādhi aluden, de hecho, a absorciones meditativas en las que la cognición está implicada, a saber: absorción en el razonamiento denso (vitarka), absorción en la reflexión sutil (vicāra), absorción en la dicha (ānanda) y absorción en el sentido del yo (asmitā).

Karambelkar ofrece otra traducción de estas cuatro clases de samādhi «cognitivo», entendiendo que el vitarka samādhi hace referencia a un estado cuyos contenidos cognitivos están mal orientados (p. ej., malos pensamientos), mientras que el vicāra samādhi sería un estado meditativo con contenidos cognitivos bien orientados (p. ej., buenos pensamientos).[3]

Lo esencial, sin embargo, es comprender que las cuatro clases de samprajñata samādhi son estados importantes pero preparatorios, en los que todavía permanece activa la semilla de los saṃskāra y de los kleśa. Son modos de describir el inicio de la reorientación cognitiva por parte del practicante.

Los dos primeros tipos del samādhi cognitivo, vitarka y vicāra, tienen además dos niveles internos cada uno: savitarka samāpatti y nirvitarka samāpatti, por un lado (YS, 1.42‐43), y savicāra samāpatti y nirvicāra samāpatti, por otro (YS, 1.44). Como ya hemos indicado, samāpatti haría referencia a un proceso interno dentro del desarrollo y la evolución del propio samādhi. Tal y como indica Karambelkar: «[...] estos procesos meditativos o de concentración son comparables al viaje de la conciencia rumbo a su fuente interior».[4] Todos estos estados, sin embargo, forman parte de lo que Patañjali denomina sabīja samādhi, o samādhi con semilla (bīja), pues los saṃskāra están presentes en la cognición inconsciente a modo de germen, esperando el estímulo apropiado para desarrollarse e impregnar la psique con un aroma duradero (vāsanā).

Patañjali nos dice que ciertas personas pueden nacer ya con este «samādhi cognitivo» instalado de una manera innata y natural (YS, 1.19). En cambio, el asamprajñata samādhi o «samādhi no cognitivo» es un estado en el que solo permanecen latentes, de fondo, ciertas impresiones subliminales pasadas pero no a modo de germen –con vistas a un futuro–, sino como un perfume que continúa madurando, por inercia, hasta que el aroma kármico termine de desvanecerse por completo. Otro modo de denominarlo, por tanto, sería nirbīja samādhi o «samādhi sin semilla».

Finalmente, en la cuarta parte del tratado, titulada «Kaivalya Pādaḥ», se menciona el estado de absorción meditativa que se produce como resultado de la erradicación completa de los saṃskāra (en forma de vāsanās y de bījas) y de los kleśa. Este estado se denomina dharma-megha samādhi (literalmente: «la nube de la virtud»), un término que también deja ver una impronta buddhista importante. Como apunta Òscar Pujol: «[...] el término dharma-megha proviene de la literatura budista, donde indica, como aquí, un grado de contemplación inmediatamente anterior a la liberación».[5] Este estado surge cuando el yogui o la yoguini ha alcanzado tal grado de discernimiento (viveka-khyāti) que ni siquiera siente apego por la omnisciencia (prasaṅkhyāna) (YS, 4.28). Se trata de la puerta de entrada a kaivalya, el aislamiento liberador: los guṇa dejan de funcionar y se detiene el proceso de transformación (pariṇāma krama) (YS, 4.32‐34).

Pero para llegar a este estadio último del samādhi, al discernimiento irreversible (viveka-khyatir aviplavā; YS, 2.26), el practicante atraviesa fases de inestabilidad, de evolución e involución, progreso y retroceso, saboreando los ascensos y descensos de su práctica con perseverancia.

Los dos últimos obstáculos (antarāyāḥ) para la práctica de Yoga mencionados por Patañjali son, justamente, la falta de anclaje (alabdhabhūmikatva) o la imposibilidad de alcanzar un estado de meditación estable debido a la fuerza de las impresiones subliminales, y la inestabilidad (anavasthitatva) que afecta al yogui o la yoguini cuando ya ha alcanzado ciertos estados de trabajo interior profundo y de pronto los ha perdido, sin saber cómo recobrarlos de nuevo (YS, 1.30). Estos obstáculos pueden darnos una idea de la profundidad de un método que se apoya, en primer lugar, en la práctica (abhyāsa) y el compromiso personal, hasta que el practicante es capaz de generar dispositivos internos de cesación (niroddha saṃskāra) en los que delegar progresivamente su esfuerzo individual. Todo ello sin olvidarse de cultivar el desapego (vairāgya) hacia los resultados de la sādhāna, al mismo tiempo que deposita su confianza en una fuerza suprema (īśvarapraṇidhānāni), más grande que el practicante mismo y todos sus esfuerzos, encargada de sostenerlo a lo largo de sus conquistas y sus recaídas rumbo al dharma-megha samādhi.

Notas bibliográficas

  1. Bryant, E.F. The Yogasūtras of Patañjali, pág. 61.

  2. Pujol, Ò. Yogasūtra. Los aforismos del Yoga de Patañjali, pág. 86 y ss.

  3. Karambelkar, P.V. Patañjala Yogasūtra, págs. 38‐39.

  4. Karambelkar, P.V. Patañjala Yogasūtra, pág. 39.

  5. Pujol, Ò. Yogasūtra. Los aforismos del Yoga de Patañjali, pág. 381.

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